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domingo, 19 de agosto de 2012

LO OSCURO (relato)


Jon se desplazaba con dificultad por un estrecho valle congelado. Lo rodeaban imponentes montañas cubiertas de nieve. Cada paso requería un gran esfuerzo, sobre todo por el peso extra que cargaba en la espalda; un ciervo que había cazado. Sus pies se enterraban en la nieve y el viento lo azotaba de frente. El cielo estaba opacado por nubes difusas que cruzaban velozmente delante del sol, y más a
bajo algunas nubes cubrían las cimas de las blancas montañas.
Jon escuchó unos graznidos y levantó la mirada hacia una bandada de cuervos que volaban en dirección al pueblo.

Hacía una semana que cazaba en las montañas. Había pasado noches heladas refugiado en cuevas de nieve que él había cavado. Durante el día seguía rastros, colocaba trampas, y caminaba largas distancias por el bosque, en donde siempre se escuchaba el rumor del viento rozando las copas de los árboles, cuyas ramas se curvaban por el peso de la nieve, y cada tanto la dejaban resbalar, liberándose de tan molesta carga; y esos eran los únicos sonidos que se escuchaban en el bosque, el viento y la nieve resbalando de los árboles, el resto de la naturaleza estaba muda, adormecida por el invierno.
Otra bandada de cuervos cruzó graznando en dirección al pueblo. Jon deseaba llegar pronto, quería estar en su hogar, al lado de la chimenea, disfrutando de un buen trago. El ciervo que llevaba en la espalda ya se estaba congelando, y la nieve estaba profunda, blanda, y aún quedaba camino por recorrer.
Divisó finalmente el pueblo. Las pocas calles que lo recorrían estaban blancas, no habían retirado la nieve, y no se veía a nadie circulando por ellas. Arriba revoloteaban los cuervos entre graznidos, algo los congregaba en el lugar. Jon tomó la calle principal. Se detuvo ante un montón de huesos aún manchados de sangre, eran los de un caballo. Alrededor de los huesos estaba lleno de huellas humanas. Un poco más adelante, otro esqueleto de caballo, despojado de su carne al igual que el primero. Jon no comprendía qué pasaba, ¿a dónde se habían ido todos?

Para llegar a su hogar tenía que cruzar frente al cementerio, y desde allí salían sonidos que indicaban que una multitud se congregaba en él.
“Un entierro”, pensó Jon. Eso explicaría la ausencia de gente en las calles; en un pueblo diminuto como aquel todos se conocen.
Se asomó a la entrada del cementerio y, lo que vio lo llenó de súbito terror. Todo el pueblo parecía estar allí, caminaban como ebrios y lucían como una persona muerta, estaban pálidos y tenían heridas por todos lados.
Algunos vieron a Jon y abrieron la boca en toda su extensión mientras gritaban. Los otros se volvieron enseguida, como reconociendo el significado del grito. Jon comenzó a retroceder a medida que los vio avanzar. Todos se precipitaron hacia la salida del cementerio, Jon comenzó a correr por la calle. Lo seguían mientras gritaban y lanzaban manotazos al aire. Para correr más rápido arrojó al ciervo que cargaba. Cuando la multitud llegó al ciervo se arrojaron a devorarlo, permitiendo que Jon escapara.
Cuando alcanzó una zona alta volteó hacia el pueblo, no lo seguían.

Ya estaba agotado por el viaje, pero el terror que experimentó le dio un impulso extra, y así se alejó lo más que pudo del pueblo, internándose en las montañas.
Cuando repuso sus energías partió rumbo a la ciudad más cercana. Cuando estaba cerca escuchó unos graznidos; unos cuervos volaban rumbo a la ciudad.


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