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domingo, 27 de enero de 2013

HABLEMOS DE VAMPIROS

Las razones del rotundo triunfo del vampiro en la literatura han sido objeto de mil y una consideraciones por mil y un pensadores, expertos y eruditos, pero básicamente es lugar común en todas ellas conceder una relevante importancia a dos factores: la sexualidad intrínseca de la relación del "no-muerto" con la víctima (además del galanteo que el personaje interpreta con todas las manifestaciones y "desviaciones" de la sensualidad), y la eterna magia simbólica de la sangre como receptáculo de la vida y de la enigmática muerte... Magníficos ingredientes para excitar la pasión por lo "oculto" y lo "reprimido" en la psique humana. ¿Quién puede resistirse al vampiro, el monstruo romántico? En el fuero más profundo de nuestra condición parece subyacer el anhelo de libertad de toda atadura moral: la mayoría de los hombres desearíamos ser libres de remordimientos como lo es el vampiro y, al igual que él, aventurarnos en los misterios de la muerte... O lo que puede que sea peor aún: Desearíamos ser su presa, ser vencidos sin culpa por su incontestable voluptuosidad.
             
 
Es evidente, no obstante, que la sociedad occidental que recibió sumisa la irrupción del vampiro en los libros ha cambiado mucho desde la época victoriana en la que se hizo célebre. A lo largo del siglo XX, el patrón vampírico impuesto por Stoker, al tiempo que se reproducía sin piedad, fue perdiendo fuelle mientras el lector se iba reconciliando con su sexualidad y derrotando represiones. En los años 70, eternizándose a través del cine de terror, el vampiro se había convertido prácticamente en poco más que un coco de armario para espantar a los niños: Ya nadie se estremecía ante él, pues los propios humanos se habían vuelto más "perversos" que el mismo monstruo...


Los escritores de terror y ficción, sin embargo, bien por intuición o bien por nostalgia se negaron a dar entierro definitivo a un personaje tan emblemático y querido como el vampiro, a pesar de lo muy difunto que parecía haber quedado en su no-muerte. Fueron diversos los intentos de adaptar la figura del vampiro a los nuevos tiempos, Stephen KIng, por ejemplo, quien con Salem's Lost tomó al vampiro cásico y lo mudó desde su castillo gótico a la casa de al lado.No obstante, y pese a su valor literario, quedó muy lejos de impresionar el alma humana como en su día lo hicieran la sensual Carmilla de Sheridan LeFanu o el poderoso Drácula de Stoker




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