Las razones del rotundo triunfo del vampiro en la
literatura han sido objeto de mil y una consideraciones por mil y un
pensadores, expertos y eruditos, pero básicamente es lugar común en todas ellas
conceder una relevante importancia a dos factores: la sexualidad intrínseca de
la relación del "no-muerto" con la víctima (además del galanteo que
el personaje interpreta con todas las manifestaciones y
"desviaciones" de la sensualidad), y la eterna magia simbólica de la
sangre como receptáculo de la vida y de la enigmática muerte... Magníficos
ingredientes para excitar la pasión por lo "oculto" y lo
"reprimido" en la psique humana. ¿Quién puede resistirse al vampiro,
el monstruo romántico? En el fuero más profundo de nuestra condición parece
subyacer el anhelo de libertad de toda atadura moral: la mayoría de los hombres
desearíamos ser libres de remordimientos como lo es el vampiro y, al igual que
él, aventurarnos en los misterios de la muerte... O lo que puede que sea peor
aún: Desearíamos ser su presa, ser vencidos sin culpa por su incontestable
voluptuosidad.
Es evidente, no obstante, que la sociedad
occidental que recibió sumisa la irrupción del vampiro en los libros ha
cambiado mucho desde la época victoriana en la que se hizo célebre. A lo largo
del siglo XX, el patrón vampírico impuesto por Stoker, al tiempo que se
reproducía sin piedad, fue perdiendo fuelle mientras el lector se iba
reconciliando con su sexualidad y derrotando represiones. En los años 70,
eternizándose a través del cine de terror, el vampiro se había convertido
prácticamente en poco más que un coco de armario para espantar a los niños: Ya
nadie se estremecía ante él, pues los propios humanos se habían vuelto más
"perversos" que el mismo monstruo...
Los
escritores de terror y ficción, sin embargo, bien por intuición o bien por
nostalgia se negaron a dar entierro definitivo a un personaje tan emblemático y
querido como el vampiro, a pesar de lo muy difunto que parecía haber quedado en
su no-muerte. Fueron diversos los intentos de adaptar la figura del vampiro a
los nuevos tiempos, Stephen KIng, por ejemplo, quien con Salem's Lost tomó al
vampiro cásico y lo mudó desde su castillo gótico a la casa de al lado.No
obstante, y pese a su valor literario, quedó muy lejos de impresionar el alma
humana como en su día lo hicieran la sensual Carmilla de Sheridan LeFanu o el
poderoso Drácula de Stoker
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